Buenos días :
Estoy de baja esta semana y probablemente la que viene-según como vaya - . Me precoupa por las alturas del curso en las que estamos así que os pido que haáis lo siguiente:
-Recordad que había que entregar el trabajo de pascuas : Exposición foto-poema con la temática de "EL VIAJE" (la mayoría lo ha entregado pero para que no se despiste nadie) y el trabajo de "VANGUARDIAS".
Para estas clases en las que no estaré , os pido que hagáis lo siguiente :
-Con el material que os envié de TEXTOS DE OPINIÓN :
- Realizar una lectura comprensiva de todos los textos .
- Contestar a estas preguntas de cada texto : -¿Cuál es la idea principal o tema sobre el que versa el artículo? ¿qué justificaciones o argumentos da sobre el tema el autor?
- En ciertos artículos , aparece bajo de los mismos , actividades para realizar específicas para ese artículo.
Lo haréis en hojas sueltas para poder entregármelo cuando vuelva a incorporarme y contará para nota, así que tened n cuenta la presentación y especificar bien al artículo que corresponde cada actividad que hagáis poniendo el título del artículo( no hace falta copiar todo el artículo , obviamente).
Si os sobra tiempo , podéis seguir leyendo la antología poética o acabar de leer los "12 Cuentos peregrinos" o cualquier otro libro de lectura.
OS ADJUNTO EL MATERIAL :
CARTAS AL DIRECTOR
Adolescentes: ¿nos interesa por qué beben?
Los medios de
comunicación se llenan de cifras sobre cuántos de ellos beben y de las extrañas
y falsas formas en que lo hacen, a la vez que las autoridades competentes en la
materia nos perfilan las medidas pensadas para afrontar la situación, algunas
de ellas no exentas de polémica.
Frente a lo mucho que se
habla de lo que hacen los jóvenes, poco se habla del porqué lo hacen. Su
consumo de alcohol no deja de ser un producto más de la sociedad que, en
herencia, les dejamos: una sociedad consumista, de satisfacciones inmediatas e
incertidumbres que se resuelven con un anclaje en el aquí y ahora. Beben porque
se divierten, porque el alcohol es un producto de consumo más. Producto que,
como tantos otros, les da esa gratificación inmediata y sin esfuerzo que
impulsa el consumismo desaforado de nuestros tiempos.
¿Realmente importa lo que adolescentes y
jóvenes hacen? Por supuesto. Pero, más aún, importan las razones por las que lo
hacen. Y ahí deben dirigirse nuestros esfuerzos porque, mientras esto no sea
así, todas las medidas que se adopten ahora y en el futuro no servirán para
mejorar el mundo en el que les ha tocado vivir.— Claudio Vidal Giné.
Gratitud
Aeropuerto de Madrid - Barajas
Adolfo Suárez CARLOS ROSILLO
En la cafetería, una señora le
dice a otra: “A mi madre no le ha salido el viaje a Irán porque se han rajado
los de Bilbao”. La frase me provoca una parada cardiorrespiratoria. A partir de
ese instante hago todo de manera mecánica, herido como estoy por el suceso
verbal al que acabo de asistir. Dios mío.
Salir a la caza de frases es muy
desalentador, como salir a pescar. No se va a pescar para pescar. En realidad,
no sabe uno a qué va, pero si vuelve a casa con una lubina de cinco quilos,
significa que las coartadas funcionan y que el crimen perfecto es posible. Yo
salgo todos los días a cazar frases, pero vuelvo con la manos vacías. ¿Has
pillado algo?, pregunta mi mujer. Nada, digo, y me retiro a mi cuarto, a ver si
se me ocurre lo que no se le ocurre a la gente. De súbito, vas a San Sebastián,
te reciben en el aeropuerto, te invitan a tomar un café y mientras hablas de
esto o lo otro con tus anfitriones, escuchas que una señora le dice a otra en la
mesa de atrás: “A mi madre no le ha salido el viaje a Irán porque se han rajado
los de Bilbao”.
Te quedas pálido, claro. Cuando te repones,
tomas una servilleta, te retiras al servicio y apuntas la frase. Vuelves a la
mesa con el corazón acelerado, consciente de que acabas de cobrarte una pieza
de caza mayor. Por la noche, desde el hotel, hablas con tu mujer y le dices que
tienes una frase: ¿Cuál?, pregunta ella. “A mi madre no le ha salido lo de Irán
porque se han rajado los de Bilbao”, le sueltas sin preámbulos. Ella permanece
atónita unos segundos. ¿Qué vas a hacer con ella?, pronuncia al fin. No sé,
congelarla, dices tú, hasta que se me ocurra algo que esté a su altura. Luego
te metes en la cama con una gratitud enorme hacia la vida y hacia la gramática.
¿Qué está pasando con nuestros adolescentes?
PAULA VILLAR
Pasaba por la verja de un
instituto y oí unas voces púberes pero varoniles, que entre el bullicio, se
distinguían por la proximidad. Tenía prisa, me dirigía a hacerme las ingles
brasileñas, pero me detuve a escuchar la conversación.
- Ayer me terminé Memorias del
subsuelo [gallo] ¡Es el recopetín! Dostoievski desarrolla [gallo] una
profunda reflexión acerca de la contradicción que surge [gallo] respecto a la
noción del bien y la libertad [gallo], reflexión que desafía la idea
tradicional de racionalidad.
- Qué movida más tocha –le
respondió el otro interlocutor-. En cuanto me termine [gallo] Casa de
muñecas me lo dejas para que me lo lea [gallo].
Luego se acercaron unas chicas
riéndose y les dijeron a los muchachos: “¡Vosotros! ¡par de nihilistas! U os
dais el piro de aquí u os cucamos las cabezas”. La amenaza fue efectiva porque
se fueron al punto, murmurando: “Se creen muy guays porque son poetisas”. Seguí
poniendo la oreja, claro.
- ¿Has visto el Instagram de
Débora? Ahora le ha dado por la pintura suprematista. Ayer posteó la
foto de su último cuadro, Horchata, limonada y por detrás chocolatada nº64,
y en media hora llevaba 12.000 likes.
- ¡Pues lo que le faltaba a la
Devi! Por cierto, ¿vais a ir a la perfomance que va a hacer mi novio
este finde? Se va a quedar toda la tarde del sábado delante del
escaparate de Primark quieto, estático, como un gato de escayola.
- ¿Irá desnudo esta vez?
- Sí, y pintado de azul cobalto.
Luego sonó un ring que
supuso el fin de la conversación y del bullicio y de todo, el patio se quedó
vacío. Y entonces me sobrevino la pregunta: ¿Qué está pasando con nuestros
adolescentes?
TRIBUNA
'Nacidos en el porno': Humanos
sin humanidad
Javier Mato
25/08/2016 12:06
ESTE AGOSTO, como casi cada año,
huí a climas menos agobiantes, para hacer hueco a las hordas que nos invaden.
Circulando en coche por Gran Bretaña, me encontré con un programa de radio, en
BBC1, titulado Nacidos en el porno. El espacio, puramente periodístico,
se centraba en cómo cambia la concepción de las relaciones humanas,
especialmente las íntimas, cuando se crece subsumido en los valores que
transmite la pornografía gratuita omnipresente en Internet. No es la primera
vez que veo en medios extranjeros informes absolutamente preocupantes sobre los
efectos de vivir inmersos en esta nueva realidad. Algo de lo que, extrañamente,
en España no se habla; parece no ser de interés para nadie y menos para los
partidos políticos o su corte de organizaciones paralelas, a quienes siempre se
les dan mejor los asuntos actuales como, por ejemplo, la Guerra Civil.
Los datos que se manejaban en
este programa permiten asegurar que el porno está entre nosotros, aunque nadie
jamás haya visto en las cercanías a un consumidor: una universidad británica ha
comprobado que el 90% de los chicos y chicas de entre 8 y 16 años ha
accedido a estos contenidos, no necesariamente de forma voluntaria. Está
probado que una de cada cuatro búsquedas en Google es sobre pornografía, y que
el negocio que movía en 2006, de 97.000 millones de dólares, era superior al de
Google y Apple juntos. Cada año, sólo en Estados Unidos se hacen 13.000
películas de este tipo, por supuesto sin necesidad de guionistas, aunque sí de
actores, que están disponibles en los 4,2 millones de websites especializadas,
que tienen decenas de millones de visitas mensuales. Cada móvil puede ser
una ventana a este tipo de contenidos, incluso sin dejar rastro alguno.
Lo realmente grave de este
consumo masivo de productos pornográficos tiene que ver con los valores, por
llamarlos de alguna manera, que transmiten. Esos valores son el resultado de
presentar como normales conductas que no lo son.
Los profesores de enseñanza en
varios países detectan cada día conductas en las relaciones entre jóvenes,
profundamente influidas por la normalidad que ven en este tipo de películas.
Eso afecta a cómo se percibe el cuerpo humano, cómo son las conductas en la
intimidad del acto sexual, qué se ha de esperar, etcétera. La casi totalidad de
lo que se transmite en este sentido son mentiras, pensadas para dar más gancho
al producto pornográfico, pero que, sin embargo, se perciben como realidades
normales.
Admito que no entiendo que
seamos capaces de manifestarnos ante una tienda de ropa porque uno de sus
posters publicitarios nos parece machista y sin embargo nadie abra la boca con
relación a esta basura que está ahí, omnipresente. Me sorprende que los
expertos británicos hablen abiertamente del incremento tremendo de la violencia
en las relaciones de pareja entre los adolescentes mientras que en España esto
no existe, no ocurre o, mucho peor, no nos interesa. Quizás exista alguna otra
razón que explique este silencio español ante estos valores que se expanden por
cada esquina de nuestra sociedad, pero yo no llego a entenderlo.
A mí me da la sensación de que
nuestras feministas y nuestros luchadores por la dignidad del ser humano -que,
supongo, deberían ser la misma cosa- tienen ojeras que les impiden ver su
entorno. Tanto se acostumbraron a asociar al franquismo con la represión de los
contenidos pornográficos, que quizás hoy todavía sigan creyendo que de todo
esto puede salir algo bueno, liberalizador. No, lamentablemente, el porno es
un producto adictivo, falso y mentiroso que ha convertido la relación de pareja
en un producto de consumo en el que se establece una relación de dominio, de
imposición, de violencia frecuentemente explícita, que convierte al ser humano
en basura, que lo arrastra hasta consumirlo.
No nos iría mal si dejáramos de
lado los prejuicios y analizáramos con frialdad los datos de nuestro entorno.
Si en muchos países europeos se detectan efectos de este consumo de basura,
especialmente en los jóvenes ¿por qué en España ni siquiera se investiga? Yo no
consigo entender que se hagan planes integrales de protección de la mujer y que
se ignore este fenómeno que arrasa con todo lo que encuentra a su paso. Defender
la dignidad de cualquier ser humano debería ser más importante que los
prejuicios que nos limitan.
Javier Mato es periodista y
profesor del CESAG.
INVESTIGA:
Hijos en la tribu
Antonio Lucas
12/05/2016 03:22/ EL MUNDO
Como no tengo hijos (de
momento), también carezco (hasta nueva orden) de coartada tribal. Eso me
excluye fieramente del 'mundo' feliz que propone la diputada de la CUP Anna
Gabriel. Desde las regiones superiores de su mente (a cargo del presupuesto
general) baja una propuesta descacharrada: tener hijos en común y en
colectivo para evitar que el cepo de la familia haga de ti un conservador a
lo siglo XX. "La idea es que te eduques en la tribu con hijos e hijas que
has tenido y parido tú con los demás". Yo no me veo.
Mi infancia fue tan reaccionaria
que me limité a tener un padre y una madre. Me inculcaron una educación, me
compraron una G.A.C. y me echaron una bronca de tono medio cuando me expulsaron
del colegio. Tan sólo me prestaban algunos sábados por la noche porque a ellos
les gustaba rematar la madrugada en el Oliver de la calle Conde de Xiquena. Así
que, con este ajuar de vulgaridades burguesas, sospecho que soy un huérfano
del mundo, según la ideología celeste de Anna Gabriel. Crecí además en una
generación en la que pensar en follar era ya casi follar, lo cual me convierte
en un engendro emocional propio de sociedades capitalistas.
Sólo una vez anduve cerca de una
comuna, en Las Alpujarras. Aquello me pareció de una prestidigitación de mucho
riesgo. Todo era de todos, pero de cada todo sólo había un ejemplar. Así que,
en medio de aquella coalición de progreso, vi a dos hombres apalearse por las
llaves de un Mehari. Me querían cobrar 10.000 pesetas por bajarme hasta
Granada. Pero de buen rollo.
El modelo de la diputada Gabriel
es más generoso, pues los hijos propios serían tan tuyos como los del resto.
Y serían patrimonio de la tribu. Un festival.
La escritora Guadalupe Nettel
escribió 'El cuerpo en que nací' (Anagrama), la experiencia de sus días en comunas
tan arcádicas como descabelladas. Y es que la tribu lo arrasaba todo, pues
tenía la tentación de ignorar los límites de lo personal y lo público. La
diputada Gabriel desconoce que el pensamiento 'offshore' genera paraísos
mentales. Empiezas por asestarle a un niño siete padres por garantía lírica y,
al final, llueven hostias por las llaves del Mehari.
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CRÍTICA
CULTURAL
Un amigo
Si hoy es martes y pesa menos el
plomizo desánimo del final de vacaciones es porque este fin de semana llegó
nueva película de Woody Allen a los cines. Para alguien nacido en 1969 resulta
facilísimo enumerar las películas del director neoyorquino, porque desde
entonces ha cumplido con su autocondena a rodar una película por año, del mismo
modo que los demás obedecemos al calendario. Desde los 15 años suelo ver las
películas de Woody Allen el mismo día en que se estrenan y en ocasiones me ha
tocado acudir a cines en ciudades desconocidas y extrañas, donde me he sentido
más acompañado por ese rito. Quizá por ello también percibo sus películas como
el encuentro con un amigo, un amigo al que no ves a menudo, que se ha casado y
separado varias veces, que tiene hijos de distintos matrimonios y ha cambiado
de trabajos y ciudades donde vivir, ese amigo al que a menudo te toca defender
de las críticas y ataques de otros y que en ocasiones a ti mismo te ha fatigado
o crispado. Pero que es amigo y siempre lo será porque está encadenado a
momentos compartidos y tu vida quedaría agujereada si prescindieras de él.
Woody Allen ha establecido a lo largo del
tiempo una familiaridad con el espectador. Incluso algunos abominan de sus
películas como abominan de tener que ir a comer con sus familias el día de
Navidad. Tras ellas, hemos querido descubrir la personalidad del autor, su
cómica ligereza, su angustia existencial, el tributo a los maestros, la
inteligencia crítica, su reivindicación de la torpeza. Durante casi dos décadas,
el cine de Woody Allen estuvo sumido en una profunda crisis de fe en el género
humano. Sus películas eran cínicas. Tenía excusa, había gastado cuatro millones
de dólares en abogados, había sido repudiado por su propio hijo y se le acusaba
de crímenes nunca probados, pero sobre todo de haber quebrado la moralidad
pública, pese a que sus historias casi siempre tratan de cómo las pasiones se
imponen a todo cálculo. Preso de la tecnología financiera, ciudades franquicia
ejercieron de productoras asociadas con el rescate de ideas guardadas en su
sobre beige de proyectos por hacer. Pero en los últimos años sus películas
vuelven a ser melancólicas fascinaciones, asociadas al miedo a la muerte, la
fugacidad de la vida y el fracaso de la inteligencia. Son sencillas y no hacen
reír tanto, pero te invitan a olvidar por unas horas dónde estás, quién eres y
que vives en un país sin proyecto. Cumplen, por tanto, con la idea perfecta de
la cita con un amigo.
TEMA POLÉMICO DEL VERANO: RASTREAR EN LA
PRENSA LAS DISTINTAS POSTURAS. POR EQUIPOS Y POR TENDENCIAS POLÍTICAS DE LOS
DISTINTOS MEDIOS.
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ESCRIBIR VUESTRA PROPIA COLUMNA
‘Burkini’
Mujer con 'burkini' en una playa
de Argelia. RYAD KRAMDI AFP
Una mujer de mediana edad, tan indefensa y
desprevenida como todos cuando nos tumbamos en la playa, es interpelada por dos
policías completamente vestidos que la obligan a desprenderse del velo y la
túnica que recubren un bañador de cuerpo entero. La imagen produce un rechazo
instantáneo, que no resiste un análisis más exhaustivo. Que en el mismo lugar
un conductor suicida matara hace poco a más de ochenta personas no es
relevante. Esta mujer es inocente y no tiene por qué pagar las consecuencias.
Hay que considerar otros factores y, en primer lugar, que el velo islámico, en
todos sus grados y variantes, no es un símbolo religioso. En las dos riberas
del Mediterráneo, las mujeres han llevado la cabeza cubierta durante milenios.
Las cristianas de la orilla norte se la destaparon hace menos de un siglo y, al
hacerlo, se desprendieron de un símbolo de humillación, de sometimiento físico
a la voluntad de sus padres o maridos. Pero los pañuelos y sombreros de
nuestras abuelas no eran una seña de identidad, ni una proclama de rebeldía, ni
la afirmación de una comunidad minoritaria contra una mayoría hostil.
Personalmente, siempre he sido partidaria de la intransigencia, nunca como
revancha y tampoco por mis convicciones laicas. Prohibiría el velo porque es,
precisamente, una prenda laica, sin otro objeto que convertir a las mujeres en
propiedades de los hombres, pregonando su falta de autoridad sobre su propio
cuerpo. Pero la convivencia en Europa se está deteriorando tanto, y tan
deprisa, que la prohibición no solo puede acabar convirtiendo en un símbolo
religioso algo que nunca lo fue, sino acentuando de paso la sumisión de las
mujeres musulmanas en un inextricable batiburrillo de prejuicios y falsedades.
COMPARATIVA MEDIOS DE COMUNICACIÓN UNA
MISMA NOTICIA
Corrección política
LUIS MAGÁN
Durante años sostuve un orgulloso
desdén por la corrección política. Con la bandera de “al pan, pan; y al vino,
vino” navegué, sin cuidar nunca la elección de palabras esgrimidas durante
duelos o cachondeos retóricos. La corrección política me parecía un invento de
gente que levantaba la mano antes de tomar la palabra, gente que lavaba sus
verduras antes de guardarlas en el refrigerador, gente que ignoraba la
existencia de las sobremesas —largas y etílicas— donde afloran las amistades
cómplices. Los hispanos, pensaba, heredamos de la lengua viperina de Quevedo y
del ingenio a la vez cándido y filoso de Cervantes el derecho a la
incorrección, al libre juego de palabras, a decir las cosas como nos vinieran.
Pero es muy fácil sostener esa
postura cuando —en el contexto latinoamericano— se pertenece a la clase media
educada de un país tan desigual, que ser de clase media educada es, en
realidad, ser sumamente privilegiado. Es cómodo —en el caso español— pensar así
si se pertenece a una mayoría racial de un continente en donde las minorías
raciales son inmigrantes, tratadas como ciudadanos de segunda. Es muy conveniente
suscribir la “incorrección” como forma de la libertad de expresión, si uno
nunca va a ser el blanco de los dardos del humor y el ingenio de quienes los
lanzan.
Mal entendida, la corrección
política es una forma de enmascarar. Mal entendida es encontrar un eufemismo
edulcorante que sustituya un término denigrante: “persona de color”,
“diversidad”, “empoderamiento femenino”, etcétera. Pero esa no es la corrección
política; es una forma más soterrada y menos disputable de la violencia
lingüística. La verdadera corrección política, la que sí vale la pena defender,
está en la manera como asumimos nuestra “vida política” y el papel correctivo
que el lenguaje juega en ella.
Somos animales políticos. Vivimos en alguna
forma de la polis —en el espacio público en que convivimos con otros—. Y
nuestra relación con los demás empieza por el lenguaje. Las palabras son
nuestro puente, el tejido con el que nos vinculamos entre nosotros y fabricamos
el mundo. La violencia racial, el abuso emocional, la subyugación cultural —todo
empieza por el lenguaje—. En tanto usuarios de un lenguaje, nuestra
responsabilidad es custodiarlo y renovarlo. Y, por supuesto, corregirlo, cuando
ese lenguaje se agota y se demuestra insuficiente para describir la creciente
complejidad de nuestro mundo común. La corrección política es un compromiso con
las palabras, con la tarea cotidiana de corregir el lenguaje público para poder
estar siempre reimaginando el mundo en el que queremos vivir.
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MICROMACHISMOS
MODERNA DE PUEBLO