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Una
confusión en Facebook desata el caos en Holanda
EL
PAIS 22/09/2012
En
el año 2007, Haren, pequeña localidad del norte de Holanda de 18.000
habitantes, fue elegida para poner en práctica el proyecto europeo Shared
Space, de planificación urbana. Los semáforos desaparecieron de su calle
principal, transformada en un espacio compartido por peatones, ciclistas y
automóviles.
Vengo de San Martín (antiguas Antillas holandesas)
donde sufrimos huracanes. Es como si hubiera pasado uno. Primero fue la calma y
luego vino el estallido"
El
alcalde de la localidad
EL
PAÍS
La
misma modélica Haren ha ganado fama mundial este fin de semana por el motivo
opuesto. Su vía central estaba ayer tapizada de botellas rotas, latas de bebida
aplastadas, plásticos diversos y restos de mobiliario urbano. Los vecinos se
afanaban en una limpieza que tenía mucho de catarsis. La noche del viernes
habían sufrido el asalto de unos 4.000 jóvenes llegados de todo el país a una falsa fiesta pública
anunciada a través de Facebook. En pocas horas arrasaron la imagen de un municipio que
había sido declarado dos años consecutivos como pueblo ejemplar del país. Hubo
34 detenidos y 29 personas resultaron heridas.
Haren
está en el extremo norte de Holanda, muy alejada del centro de poder de La
Haya, y del centro histórico y cultural de la capital, Ámsterdam. Su reducido
tamaño se compensa con avenidas residenciales plenas de jardines bien cuidados
y lindas casitas de ladrillo. A un tiro de piedra aparece Groningen, una de las
ciudades universitarias más concurridas del país. El ritmo de Haren es pausado,
por eso los disturbios derivados de la fiesta de Facebook la han traumatizado.
La
más afectada es Merthe, la adolescente que invitó vía Facebook a una fiesta sin
advertir de que era una celebración privada y se apuntaron miles de
espontáneos. Cumplía 16 años. Tuvo que abandonar su hogar con su familia para
evitar males mayores. Ahora no sabe dónde meterse.
Su
error tiene varias lecturas. Para los vecinos de Haren, el recuerdo que
perdurará es el de unas calles al rojo vivo repletas de jóvenes desmadrados.
El
Ayuntamiento llevaba varios días explicando, también a través de Facebook, que
las masas —hasta 25.000 personas llegaron a anunciar que irían a la fiesta— no
eran bienvenidas. “Pero el municipio no tomó medidas adecuadas a tiempo y las
fuerzas antidisturbios llegaron tarde”, se quejaba ayer un vecino. Las
aseguradoras cifran en millones de euros la cuenta del desastre. El alcalde,
Rob Bats, ha comparado el asalto juvenil con el paso de un huracán: “Primero
fue la calma y luego el estallido”, dijo. “Son chusma y estaban bien
organizados para pelear”, denunció.
Oscar
Dros, comisario jefe de la policía de Groningen comparte esa opinión. La
“agresividad extrema” contra los agentes registrada la madrugada del viernes al
sábado es un fenómeno desconocido en Holanda. “Calculamos todas las
posibilidades de esta falsa fiesta. Por eso sacamos a los antidisturbios”,
explicó Dros junto al alcalde. Del despliegue de agentes desarmados, se pasó a
repeler el lanzamiento de botellas, adoquines y hasta bicicletas, con cargas de
los antidisturbios. Al final, había 500 policías enfrentados a un núcleo duro
de gamberros. “Que se preparen. Lo tenemos todo grabado. Si no se entregan por
las buenas, los sacaremos de sus camas”, remachó el jefe policial.
Las
redes sociales han traído una nueva generación de hooligans “más violentos, sin
jerarquías y que actúan ajenos al evento visitado”, explica el Instituto
holandés para la Seguridad y el Control de la Crisis.